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Jesús Quiere conocernos.

Muchos me dirán: Señor... Señor...

Muchos me dirán en aquel día:  Señor,  Señor,  ¿no profetizamos en tu nombre,  y en tu nombre echamos fuera demonios,  y en tu nombre hicimos muchos milagros? y entonces les declararé:  Nunca os conocí;  apartaos de mí,  hacedores de maldad. Mateo 7:22-23

Primeramente debemos reconocer que Dios es un Dios de milagros, pero los dones milagrosos no necesariamente te hacen acepto delante de Dios, podemos profetizar palabras que certeramente se cumplan, podemos tener el poder de echar demonios con gran autoridad y de hacer milagros en el nombre del Señor Jesucristo, pero ser rechazados el día del juicio. 
Judas el traidor fue enviado junto con los apóstoles y muchos hombres fueron liberados y sanados Marcos 6:7;12-13, cualquiera hubiera dicho ¡qué gran siervo de Dios!  Sin embargo, ser un gran siervo de Dios no es demostración de nada,  Dios no quiere solo "grandes siervos" que hagan simplemente Su obra, pues Él puede hacerla por cualquier medio, Él puede hacer que aún las piedras le alaben, podrá hacer también que le sirvan... Él quiere conocernos.   

Jesús dijo "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen (Juan 10:27); por lo tanto, para ser conocidos por Él, necesitamos ser "Ovejas" de Su prado (Salmos 100:3), oír Su voz (Salmos 95:7) y seguirle (Lucas 9:23).  Para ser ovejas debemos ser guiados a donde Él quiera, ser alimentados con lo que Él nos de, y beber del agua que Él nos ponga delante, ser oveja significa depender totalmente de Él, es decir morir a nuestra autosuficiencia para encomendar nuestra vida al Buen Pastor.  Para oír al Señor debemos quitar la grosura de nuestros corazones (Mateo 13:15), es decir "ser circuncidados" dejando que la espada de dos filos, la Palabra de Dios corte nuestra carne, aunque produzca dolor.  Para seguir a Jesús debemos negarnos a nosotros mismos, y tomar nuestra cruz cada día.  
Por lo tanto, aunque nunca logremos ver alguno de esos milagros descritos en Mateo 7:22-23, pero si hemos podido hacer a Jesús, Señor de nuestra vida, no solo de palabra sino de corazón, entonces Él nos abrirá las puertas de la eternidad y nos dirá: "Entra en el gozo de tu Señor (Mateo 25:21)"

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