Me tire al agua sin pensarlo, tratando de salvar a aquel muchacho que pedía a gritos por ayuda, levantando sus manos en un frenesí desesperado. Me acerqué para rescatarlo y comencé a ahogarme yo también. Fue allí que apareció ese ángel que Dios con mucho amor me había dado en el cuerpo de mi esposa. Se acercó donde yo estaba y de inmediato traté de aferrarme a ella con angustia, pero ella no dejaba ni que la tocara. Lloré dentro de mí por su desprecio, sufriendo que me tratara de esa forma. Pero cuál fue mi sorpresa que mientras yo resentía esa indiferencia, ella tomaba mi camisa sin que yo me diera cuenta, mientras yo le reclamaba muy molesto que me hubiera abandonado, ella jalándome a la orilla me estaba rescatando, porque eso lo hacía con sabiduría y por amor. Porque a veces el amor parece drástico en la superficie, rudo e inexplicable, pero te hace rescatar en el fondo del secreto. Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, s
Palabras pastorales para un mundo necesitado.