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Mostrando entradas de octubre, 2018

Corazones de diamante

Diamantes que brillan destellando orgullosos su belleza valiendo un tesoro de precio incalculable...  escasos y deseados por los simples, dignos de ser apreciados por los reyes. Gemas que merecen el mejor de los escaparates y que sean exhibidas y alabadas por todas las naciones. Diamantes llenos de hermosura, creados con el tiempo, no obstante tan difíciles que son de quebrantar, como la más dura de las rocas de la tierra. Corazones de diamante que se aprecian en sus dones, poderosos como reyes, inefables como pocos...  Corazones de Diamantes que se han vuelto infalibles, sin embargo, también  imposibles de moldear. Corazones indomables que jamás podrán arrepentirse... tan valiosos delante de los hombres, pero despreciables delante del Señor. Corazones de Diamantes incapaces de humillarse cuando comparecen ante su Creador, soberbios y arrogantes que no saben escuchar. Los corazones de Diamantes mueven favorables opiniones en la tierra, pero en la balanza de los cielos no pesan n

La disciplina del amor

Ese día bajo la lluvia, aunque odiaba estar mojado hasta los tímpanos, y no podía soportar que la tormenta me azotara... Aunque tal vez hubiera querido no andar a pie y que Dios me regalara un automóvil, o tener el dinero siquiera para pagar un taxi, o que en última instancia Dios me hubiera respondido ordenándole a las nubes que se retiraran... Aunque el agua caía sobre mi, inclemente y no cesaría hasta que yo llegara a mi casa que estaba a 1 km de distancia... Y como había aprendido, ese fin de semana en la iglesia, que si Dios me amaba iba a disciplinarme (Hebreos 12:6-7)...  Pude entender que Dios me amaba...  Pude saber que esa tormenta caía por mí...¡era por mi! , yo sabía que merecía un castigo peor que ese, porque haber sido empapado por una cuantas gotas de agua en realidad no compensaba mi desobediencia, pero la misericordia del Señor me había alcanzado, el perdón del Padre era evidente, la sangre de Jesucristo me estaba limpiando y esa misericordia había contrarrestado

El rey impío que gozaba la música de Dios

Es precioso gozar los tiempos musicales de alabanza en las reuniones de la Iglesia, pero si al salir de allí nos apartamos de la presencia del Señor, seremos comparables a Saúl, quien cuando David dejaba de tocar volvía a su tormento  (1 Samuel 16:14-23) Su desesperación rayaba literalmente en la locura, el vacío de su corazón le rasgaba el alma lastimando sus entrañas, el demonio que lo torturaba tomaba posesión de sus transtornados sentimientos... hasta que aquellas notas que salían de aquel instrumento musical que tocaba magistral aquel muchacho, le calmaban como liberandole de aquella fastidiosa amargura.  La presencia del Señor se sentía en los colores musicales que bebía ese pobre y desdichado  soberano, que tomaba cuál si fuera un droga que aliviaba aquel dolor que constantemente le acechaba. Porque un instrumento ejecutado para darle alabanza al Señor de toda gloria, es siempre un golpe poderoso a los tormentos orquestados en el fondo del averno...  Y esa arpa que alababa a