Estimando a otros como superiores a nosotros...
Nada hagáis por contienda o por
vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás
como superiores a él mismo; Filipenses 2:3.
La psicología moderna dice que para sanar heridas del alma se debe uno
considerar superior a los demás y que lo único que importa en la vida es uno,
es decir “el ego”; sin embargo, la Palabra del Señor dice todo lo contrario, porque
los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos (Isaías 55:9). Dios quiere que seamos humildes y según
Filipenses 2:3, esa humildad significa estimar a los demás como superiores a
nosotros. En realidad la autoestima debe
ser esta, porque si yo estimo que no soy capaz de lograr algo que otros hacen
fácilmente, entonces aprendo a depender de Dios y cuando Dios en Su infinita
misericordia nos da la gracia para realizar cualquier cosa, somos los más
agradecidos de todos y obviamente daremos gloria al Señor, pero si no nos da la
gracia y no logramos hacer aquello que nos es imposible, tampoco nos sentimos
derrotados, pues ya lo sabíamos de antemano y Dios sabe lo que hace. Es como cuando alguien de baja estatura
siempre es el último en la fila, ¡no se siente mal por eso!; porque no puede
hacer nada para ganar en esta situación; el problema está cuando el corazón nos
pide ser ganadores; porque esto sí traerá depresión, esto traerá destrucción,
porque cuando yo me siento ganador y pierdo, solo me queda llorar y lamentar mi
derrota; por otro lado, si somos humildes tampoco seremos ofendidos, porque la
ofensa es síntoma de orgullo; cuando alguien siente que merece mucho y al
contrario no recibe nada y nadie le toma en cuenta, obviamente se sentirá herido.
Considerar a otros superiores a nosotros mismos es la verdadera autoestima que Dios predica, y eso nos hará sentir verdaderamente mejor; pero para eso debemos “morir al orgullo”… un muerto no siente cuando lo golpean, porque
está muerto… un muerto no entiende cuando lo insultan, porque no oye… un muerto
no es ofendido porque no siente… un muerto no se ofende cuando le dicen que no
sabe nada pues el muerto nada sabe (Eclesiastés 9:5).
Por lo tanto, si tenemos problemas de autoestima oigamos la Palabra de Dios porque allí si encontraremos verdaderas
soluciones a nuestras necesidades del alma.