La Convicción de pecado...
…Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y
de juicio. Juan 16:8.
En el mundo cristiano siempre ha habido gente que trata de cumplir con
todo lo que se le exige, se someten a reglamentos tales como: No manejes, ni gustes,
ni aun toques (Colosenses 2:21); quieren ser salvos al lograr cumplir
con todo esto; sin embargo, su corazón no entiende por qué. No toman vino, no van al cine, o no miran
televisión, porque en la iglesia se les prohíbe… no tienen convicción y no
pueden defender lo que hacen, a la luz de la Palabra. No tienen convicción porque no tienen
comunión con Dios, y no conocen al Señor… viven en esclavitud religiosa y no
han encontrado la Verdad que nos hace libres (Juan 8:32). Someterse a estas ordenanzas religiosas tiene
cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tiene valor alguno contra los
apetitos de la carne (Colosenses 2:23).
Para vencer a los apetitos de la carne no se necesitan reglas, se
necesita la cruz, a la que solamente llegaremos con la convicción del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el único que puede llenar nuestro corazón de la
seguridad de saber qué cosas no debo hacer y qué cosas debo hacer por amor al Señor; los líderes cristianos solamente nos darán los lineamientos, pero es Dios el que debe
darnos la convicción de pecado a medida que conozcamos Su Palabra que
es útil para ensañarnos, redargüirnos, corregirnos e instruirnos en justicia.
Recordemos a Daniel que dispuso en su corazón no contaminarse con la
comida del rey (Daniel 1:8), nadie le impuso eso, él estaba convencido que eso
agradaría al Señor; él era libre de comer o no comer aquellos alimentos, no
obstante, se negó a sí mismo con tal de satisfacer a Dios, no a los hombres. Lucas 9:23 habla de negarse a sí mismo tomando
la cruz cada día, pero no nos habla de un cristiano religioso, nos habla de un cristiano que ama a Dios sobre todas
las cosas y deja todo aquello que el Espíritu Santo le ha puesto en su corazón
con el único objetivo de agradar a Dios.
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