La Batalla
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Efesios 6:12.
Los ejércitos se encuentran en el campo de batalla, las armas preparadas para ser ejecutadas... la guerra que se inició allá en el cielo, ahora es trasladada aquí a la tierra, los soldados del averno se han vestido con la cota de venganza e intentan conquistar aquellos corazones que su imperio ha perdido en humillante y gran derrota... su mejor opción es convertirse en guerrilleros, no tienen misericordia, su propósito es la reconquista... recuperar los territorios invadidos por su acérrimo enemigo, El Rey y Señor de señores, Jesúcristo, que públicamente les arrebató miles de millones de almas de sus manos. Seguirán sojuzgando a sus aliados, aquellos que no han querido estar del lado del Señor, sin embargo, su mayor esperanza es atacar a aquellos que les hacen frente, los que reconciliandose con Dios les dieron la espalda en un acto desafiante que no han podido soportar. Reconquistarlos: su consigna; tirar al suelo sus fortines: su mayor inspiración; la tentación: su arma más poderosa; el pecado: su mayor y gran botín. Su estrategia: abrir sus sentidos a la tentación, debilitando los muros para ser derribados y así tomar control poco a poco hasta lograr la rendición total.
No obstante, un hijo de Dios es su mayor enemigo porque toma control de sus pensamientos (2Corintios 10:5), cerrando las puertas de la tentación; se oponen a ellos al oponerse a la tentación, y esta resistencia los hace replegarse, debilitarse más y más, hasta hacerlos huir (Santiago 4:7).
Jesús venció a los enemigos, los exhibió públicamente triunfando sobre ellos en la cruz... hoy nos toca a nosotros la batalla y la estrategia siempre será la misma "ser como Jesús".
Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado. Hebreos 12:2-4.
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