Camino a la promesa
Hizo salir a su pueblo como ovejas, Y los llevó por el desierto como un rebaño. Salmos 78:52
Dios en Su infinita misericordia sacó a Su pueblo de manera portentosa
de la esclavitud de Egipto, enviando a Moisés para liderarles llevándoles a la “tierra
prometida”, tierra que fluía leche y miel, tierra de abundancia y prosperidad,
tierra de bendición y sanidad… “la tierra de la promesa”. Sin embargo, el camino hacia esa promesa
estaba lleno de dificultades, de aguas amargas, de tiempos de escasez, de sol
ardiente, de serpientes venenosas, de guerras, de dolor y muerte. La promesa de una mejor vida estaba detrás
del desierto.
Así mismo, nosotros también habiendo recibido grandísimas promesas (2Pedro
1:4), tendremos obligadamente que pasar de la misma manera por el desierto para
llegar a ellas. Las dificultades serán
parte de nuestro diario vivir… habrá dolor y muchas batallas… habrá serpientes
que intentarán inyectar su veneno en nuestros corazones para hacernos morir en
la ardiente arena, habrá escasez y necesidad, el sol abrasador será inclemente, pero aun cuando
Dios no nos sacará de ese desierto, Él estará con nosotros, mandará su nube
para cubrirnos del calor y la columna de fuego durante el frío de la noche,
abrirá el mar delante de nosotros cuando estemos en el momento más crítico de
las persecuciones de nuestro enemigo, enviará su sustento milagrosamente aún desde
el cielo, endulzará las aguas amargas de nuestra vida, nos llevará a vencer
batallas imposibles, el sol no nos fatigará de día, ni la luna de noche, pues
Él nos guardará de todo mal, guardará nuestra alma, nuestra entrada y nuestra
salida desde ahora y para siempre… amén (Salmo 121), ...y al final de todo… para
culminar el propósito de Dios para nuestra vida, nos hará conquistar con brazo
fuerte “la tierra prometida”, donde Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos…
ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras
cosas pasaron (Apocalipsis 21:4), el desierto se acabó y la promesa de Dios ciertamente se habrá de
cumplir en nosotros.
Detrás del desierto y todo lo que este implica, está la promesa del
Señor para nuestras vidas. La escasez, el sol abrazador, las
dificultades, los obstáculos imposibles de mover, el perseguidor y las
batallas son solamente parte del camino que debemos tomar para alcanzar la
tierra prometida de prosperidad, paz y abundancia; porque es necesario que a través de muchas tribulaciones
entremos en el reino de Dios (Hechos 14:22).