El Señor es mi pastor...
Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento (Salmos 23:4).
Cuando andamos en el valle de sombra y de muerte, todo parece oscuro, nada tiene solución, la muerte acecha por doquier, la oscuridad de la incertidumbre produce pánico en nuestro corazón... no hay esperanza, todo sale mal... el dolor y la amargura quieren tomar control de nuestros sentimientos más intensos... la soledad nos seduce para hacernos sentir aún peor.
Así lo comparó aquel pastorcillo hijo de Isaí... "Jehová es mi pastor" ...pues bien conocía a aquellas amigas lanudas que pastoreaba con tanto amor... las oía balar en medio de la desesperación de su incapacidad cuando tenían hambre, sed o se encontraban en algún terrible aprieto; para ellas la vida no era fácil sin su ayuda.
Una oveja es totalmente dependiente de su pastor... no puede satisfacer sus necesidades si no es por él, su vida depende totalmente de él; él la defiende de sus depredadores, le da su alimento, la lleva a beber de aguas mansas, porque le dan miedo las turbulentas.
Si el Señor es nuestro pastor... nosotros somos sus incapaces, inútiles, miedosas y necesitadas ovejas.
Jesús es nuestro pastor y la vida no es vida si Él no está con nosotros... su vara de la corrección, cuando nos hemos alejado de Él, aunque duela un poco, hasta se siente deleitosa; Su cayado, aquel gancho que nos toma del cuello para que no nos desviemos del camino, aunque nuestro deseo sea lo contrario, bien vale la pena sentirlo otra vez.
Vale la pena ser parte de Sus ovejas, pues aún estando en medio de las más espantosas situaciones de la vida, pero con Su compañía, es maravilloso.
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