Invitando al Rey a tu casa.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios Juan 1:12.
Recibir a Cristo es una bendición maravillosa... las cosas de la vida pasan a segundo plano, el mundo se vuelve de colores... ahora, dependemos del
Todopoderoso quien se convierte en nuestro Padre y nosotros Sus hijos
amados. Como hijos, ahora tenemos los privilegios de ser parte de
la familia del Omnipotente, nuestro apellido ha cambiado, nuestra herencia ya
no es la que nos dieron nuestros padres terrenales... hoy somos injertados en
Él, por lo tanto, somos alimentados por el Señor, quien nos cubre, nos protege,
nos alienta, alimenta y sustenta; no hay bendición más grande que esta y nadie
en el mundo podría desear algo mejor.
Recibir al Señor en nuestra vida es ofrecerle el corazón
para morar, es invitar al Rey de reyes a vivir dentro de nosotros, es suplicar
por Su presencia en nuestras vidas; no es el simple hecho de hacer una oración,
es abrir nuestra casa para que Él sea el invitado de honor y cualquiera de
nosotros sabe bien que cuando un invitado de tanta importancia llega a vivir
con nosotros, todo será distinto, pues trataremos de que se sienta bien, le
daremos el mejor dormitorio, limpiaremos profundamente cada rincón de la casa y
haremos la mejor comida que jamás hemos hecho.
Muchos cristianos hoy en día dicen que aceptan al Señor…
como que Él estuviera suplicando vivir en ellos y como si fuera el Señor Jesús
quien se estuviera humillando a vivir bajo las condiciones de quien se siente
el dueño de casa.
Nosotros somos nada delante de Su presencia, somos como el tamo que arrebata el viento, nuestro corazón está sucio y desordenado. Si queremos que Dios viva allí, limpiémonos... ordenemos nuestra casa, porque el Eterno no es cualquier cosa que metemos en el corazón, es el Rey de reyes, es el Señor de señores, el Príncipe de paz, el Todopoderoso... es "el Omnipotente Dios".