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El hermano del hijo pródigo



La bendición de no alejarse...

(Lucas 15:11-32)
Siempre había tenido cierto rencor contra su hermano menor, que había sido el consentido de papá desde que tenía uso de razón… no entendía el porqué de tal favoritismo; ¡era injusto! Se decía.  Papá le perdonaba mil y una malcriadeces, y él aunque se esforzaba para darlo todo, nunca sentía que era suficiente; su hermanito como siempre se salía con la suya cada día, y esta situación le parecía insoportable. 
  
Toda la vida había sido así… pero hoy ¡había sido el colmo!… el dinero que les había heredado su papá lo había malgastado en juergas y alborotos. 
Acertadamente lo había anticipado; ese muchacho acabaría mal y en merecido desenlace… al fin… la justicia había actuado con firmeza.  

Sin embargo, ese día al llegar a la casa de su padre, oye música de alegría y de fiesta… era él, que descaradamente había regresado sin vergüenza… papá le había cocinado un cabrito de los buenos, anillo de oro había puesto en su mano y zapatos nuevos a sus pies…
 ¿Hasta cuándo cambiará esta situación? ¿Hasta cuándo mi papá no aprenderá? ¿Hasta cuándo? Cuestionaba lamentándose…  si hace tiempo que vengo esforzándome para darle a papá satisfacción… ¿Hasta cuándo? Si sus reglas con esfuerzo hago siempre negándome en dolor.  Soy bueno y otra cosa yo merezco, replicaba con coraje… ¿hasta cuándo? La injusticia que me arde hasta el fondo de mi pobre corazón, sentirá  lo amoroso de aquel padre vuelto en contra como clavos que penetran a mi alma con desdén…  ¿Hasta cuándo? ¡Padre mío!... ¿Hasta cuándo? 

¡Hijo mío! –dijo su papá…  aún no te enteras que vivo para ti… No te has dado cuenta que todo lo que tengo te lo doy… No has podido ver que el esfuerzo de mis manos multiplica a tu cuenta…   Te enojas porque a aquel me ha tenido un momento, ¡solo un momento!… y un poco de lo mío le comparto con amor… y no te fijas en que cada cosa que yo tengo es tuyo en verdad, y mi tiempo está dispuesto para contigo siempre estar.  Y sobre todo… El muchacho ha perdido aquello que nunca más recobrará.

En aquellos tiempos en que vemos cuando otros reciben un momento de deleite del Señor, y el minuto de un abrazo de perdón, lágrimas en su contrito corazón… un cabrito… ¡un milagro del Creador!... en aquellos momentos que quisiéramos vivir esa experiencia en emoción… no olvidemos que no tenemos que alejarnos para ver la grandeza del buen Dios.

Si un día te alejaras del Todopoderoso, con brazos abiertos esperándote siempre allí estará, como un padre de amor y gran misericordia, fiesta en cada pecador arrepentido Él hará. Pero sobre todo nunca olvides que aquellos que se alejaron perdieron algo que jamás recobrarán.

Cada pecado que hacemos nos aleja del Señor, cada vez que nos desviamos ofendemos al buen Dios… y cada vez que transgredimos perdemos algo que jamás podremos reponer.

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