La estrategia del averno:
La tentación.
(Números cap. 22-25)
Balac, rey de Moab, intentó maldecir al pueblo de Dios por medio de
Balaam, sin embargo, todos sus intentos fueron inútiles, pues Dios había
cercado a Su pueblo con una valla de protección infranqueable y lo único que podía
conseguir era bendecirlos aún más con cada agresión; porque cuando el pueblo de
Dios es atacado, se fortalece. Se dieron
cuenta que era imposible destruir al pueblo del Señor, por demás estarían todos
sus esfuerzos si no encontraban otra forma de hacerlo. Fue entonces cuando
Balaam sugirió aquella estrategia surgida desde el mismísimo averno, llamada “tentación”;
el rey solo debía enviar a las mujeres más bellas de su tierra, para hacer caer
al pueblo en la seducción. Los hijos de Dios aceptaron aquella malévola
atracción, dejándose llevar por la
invitación, se inclinaron a ellas y a sus dioses logrando que Dios mismo les
diera la espalda y los destruyera con la espada del castigo a causa de esa
triste corrupción (Números 25:1-2).
Por lo tanto, el enemigo sabe que
para destruir a un verdadero cristiano, no puede intentarlo quitándole el
trabajo o robándole su dinero, porque su provisión no viene de lo que los
hombres puedan pagarle, sino de lo que el Padre Celestial le da; no lo hará
metiéndole en problemas porque un cristiano se hace más fuerte en la adversidad
y se perfecciona en la debilidad; no podrá meterlo en el horno de fuego que
calienta siete veces, pues lo único que logrará es quemar sus ataduras; no
podrá derribarlo en las tormentas, porque aquel que ha puesto su casa sobre la
roca, jamás claudicará; no podrá apagar su fuego con el viento pues éste hará
que arda aún más fuerte; no podrá quitarle la vida con la muerte, porque para
él morir es ganancia; lo hará utilizando la trillada y antigua estrategia de la
seducción, lo hará enviando a los siervos de impiedad para utilizar el arma de
la tentación, porque solamente así el vallado que protege a los hijos del Señor,
será arrancado.
Sin embargo, el pecado no se
enseñoreará de nosotros (Romanos 6:14), si es que estamos bajo la Gracia, y si
no practicamos el pecado, el maligno nunca nos tocará (1Juan 5:18). Esto significa que la guerra es contra el
pecado (Hebreos 12:4), el único factor
con el que el enemigo puede hacernos verdaderamente daño. Resistamos la tentación que es la puerta al
pecado, esforcémonos en la Gracia divina, el poder para hacer lo que es
agradable para Dios (Hebreos 13:21) y recordemos que es Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman
(Santiago 1:12).