...¿y si no se abriera hoy la mar?
Te encuentras atrapado y sin salida. El enemigo te ha rodeado y ves hacia adelante para encontrar que algún milagro abra el mar que te impide escapar como a Moisés... como al pueblo de Israel.
Pero el cielo sigue quieto y el enemigo pone su espada amenazante sobre tu cuello...
Te quedas esperando que algo aun suceda, observando aquella mar impertinente que se niega a dejarte caminar.
Todo está perdido y nada sucedió como en la Biblia... el fuego nunca descendió, las plagas no cayeron sobre aquellos que te ataron y te esclavizaron, la enfermedad nunca obedeció, y la muerte no se quiso retirar.
¿hasta dónde alcanzaría hoy tu fe?
¿hasta dónde te darías por vencido?
Porque nosotros no creemos en Dios porque haga milagros poderosos... no creemos en Dios porque pueda hacer morir a tu enemigo en un instante. Creemos por la fe, y la fe no depende en lo que vemos, pues la fe es aquello que trasciende aún sobre la muerte… esa fe que te hace confesar como Jesús en el calvario… esa fe que te hace declarar como Habacuc cuando la higuera no había florecido… esa fe que te hace asegurar delante de los enemigos, que nunca te inclinarás a sus crueles amenazas, como aquellos tres amigos de Daniel que no cedieron un centímetro aún por ser echados en el fuego, y al contrario por la fe dijeron que Dios era poderoso para darles salvación y que aún si no los hubiera rescatado de las llamas, Él tendría un mejor propósito, y ellos seguirían siendo fieles por que no creían por milagros sino por la fe.
La fe que viene de lo alto, no se basa en que la mar se parta ante de tus manos, sino en Dios el que es eterno y tiene planes poderosos cada día para tí.
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