Dios de los montes y los valles
Vino entonces el varón de Dios al rey de Israel, y le habló
diciendo: Así dijo Jehová: Por cuanto los sirios han dicho: Jehová es Dios de
los montes, y no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu
mano, para que conozcáis que yo soy Jehová. 1Reyes 20:28.
Generalmente nos gusta ver las cosas desde arriba; vemos el
horizonte desde el monte y descubrimos cómo era el camino que recorrimos para
llegar hasta donde estamos…
porque estar en los montes es emocionante, pues es
cuando estamos arriba… es cuando el éxito nos sonríe y tal parece que andamos
en las nubes. Estar en los montes es
estar en aquellos momentos de triunfo y de sosiego, es cuando el jefe nos
exalta en el trabajo o cuando nos aumenta el salario… es estar en aquellos instantes cuando
sentimos que Dios está de nuestro lado… es el tiempo de ser reyes… el tiempo de
ser grandes.
Sin embargo, los montes son pequeñas cumbres que resaltan
entre valles, son solamente momentáneos, tiempos que se esfuman instantáneos. Porque no siempre veremos desde arriba,
muchas veces veremos desde el valle, no entendiendo lo que viene o
desconociendo aquellas cosas que están alrededor. A veces es el valle de la sombra de la muerte
y del fracaso, otras veces el valle de los huesos disecados, el valle del dolor
y enfermedad… pero siempre serán los valles de lo incierto, los valles del afán
y soledad.
Pareciera que Dios solamente se aparece entre los montes, que
es en esos tiempos cuando el Padre manifiesta sus bondades; pero cuán
equivocados estaríamos si pensáramos así… porque Dios está también entre los
valles… porque Dios es Dios de los montes como de los valles. Y es allí cuando verdaderamente Él se
manifiesta… es allí cuando muestra su mano poderosa… y es allí donde no
temeremos mal alguno, donde su vara y su callado nos infundirán su aliento.
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