Cachorros de León
Asimismo el remanente de Jacob será entre las naciones, en medio de muchos pueblos, como el león entre las bestias de la
selva, como el cachorro del león entre
las manadas de las ovejas, el cual si
pasare, y hollare, y arrebatare,
no hay quien escape. Miqueas 5:8
Los hijos del Señor tienen
autoridad sobre todas las cosas de este mundo, no hay nada ni nadie que pueda
contra el pueblo de Dios. El enemigo
tiembla delante del cristiano nacido de nuevo, pues no tiene armas que puedan
detener a los cachorros del León de la tribu de Judá. Jesús dijo:
Yo veía a Satanás caer del cielo
como un rayo… He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará (Lucas 10:18-19); nada
nos dañará si somos hijos del Señor Todopoderoso, nada nos dañará si tenemos al
Espíritu de Dios en nosotros; pues somos parte de Dios, esparcidos por el mundo
para terminar la obra que empezó en la cruz del calvario hace ya casi dos mil
años.
Sin embargo, y lamentablemente cuando
vemos a la iglesia de nuestros días, solo podemos ver una serie de fieras
amaestradas por el mundo, amoldados a este siglo, que aunque son leones
peligrosos para el diablo, han agachado su cabeza y se han olvidado de dónde
vienen, se han olvidado de la oración, han guardado sus armas en el desván, se
han acomodado, y se han conformado… prefirieron evitar las batallas para hacer
uso de la diplomacia, cediendo parte de su herencia eterna, con tal de vivir tranquilos
y sin ser molestados. No han querido
confrontar el pecado en sus vidas, lo han asolapado, queriendo evadir la responsabilidad
de la búsqueda de santidad, el lavacro de la Palabra, y la abnegación. Se han dejado llevar por motivadores de las
ciencias de este mundo, en búsqueda de satisfacciones personales y riquezas
materiales.
Hoy, el Espíritu grita desde lo
más hondo de la iglesia: “despertad a los valientes… y vengan todos los hombres
de guerra” porque ese poder de hollar serpientes está en nosotros… esa fuerza
para pisotear escorpiones ha nacido en nuestro interior desde que creímos… esa autoridad con la cual nada nos dañará
está en nuestro espíritu… Jesús, quien exhibió públicamente al enemigo en el
calvario, triunfando sobre él en la cruz, está en nosotros… la sangre del León de la tribu de Judá corre
por nuestras venas.
No os conforméis a este siglo,
sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál
sea la buena voluntad de Dios, agradable
y perfecta (Romanos 12:2).
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