Desde el miedo al deseo
Escuché tu voz y tuve miedo (Gen 3:10)
Lo más lamentable en la historia de la humanidad es ese momento en que nos escondimos de Su Presencia y de Su voz porque tuvimos miedo. Ese miedo indescriptible que nace en nuestros corazones insensatos sin una razonable explicación.
El pecado llegó para quedarse y también el miedo a escuchar la voz de Dios, repitiendo la misma historia cada vez, como sucediera con el pueblo del Señor cuando le suplica a Moisés que Dios no hable con ellos, por miedo a morir, cuando estaban delante de Él a las faldas del Monte Sinaí.
Pero cuánto daría por poder escuchar la voz de Dios audiblemente... cuánto daría por tener la posibilidad de oír claramente el susurro del Altísimo buscando hablar conmigo, como lo quería hacer con Adán en el jardín y como lo quería hacer tambien con Israel en el desierto.
No será que mi teología me impide creer que Dios habla todavía, excusando el miedo de oírle claramente como Moisés lo hacía, y es que tal vez estoy creyendo esas doctrinas de que Dios ya solo habla por la Biblia, porque tengo esos vestigios del miedo que aun yace adentro de mi vida.
Tal vez es ese mismo sentimiento que el pródigo tenía, que de regresar no le permitía, para escuchar la voz de su amoroso padre cuando en un abrazo a él se fundiría.
Asi que entendamos por favor que entre Genesis 3:10 y nosotros hay una gran diferencia y su nombre es Jesús.
Hoy el miedo se revierte en el deseo mas intenso de escucharlo , y aquella ilusa necesidad de escondernos en las ganas de encomtrar la plenitud de gozo prometida y querer estar en Su Presencia. Entendiendo que Dios habla todavía.
Si, Dios habla por medio de sus Sagradas Escrituras pero también nos ha enviado a Su Santo Espíritu para hablarnos en vivo y en directo como siempre lo ha querido.
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