Siempre hemos sabido que los dolores de un parto traen gozo y alegría al ver nacer un hijo en tu vida. Algo similar vivió esa mujer que Dios bendijo con dos partos de su mismo hijo en los tiempos de Eliseo.
Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a tierra; y después tomó a su hijo, y salió.
2 Reyes 4:37 RVR1960Ella no había pedido ningún milagro, aunque lo anhelaba en lo más profundo de su corazón, no quería arriesgarse a soñar, como a muchos de nosotros nos suele suceder, porque sabía que un sueño convertido en utopía, terminaba siempre en pesadilla, y ahora mismo confirmaba que tenia toda la razón, pues aquel pequeño y milagroso retoño recibido por su vientre qué un día estuvo estéril, yacía muerto en el dormitorio qué había construido para Eliseo, el varón de Su Señor.
Era obvia su molestia, qué se entremezclaba con un ardor qué razgaba con dureza a su alma... Yo no había pedido nada, se decía lamentando una desdicha qué si un día el milagro no hubiera sucedido, ella no estaría hoy viviendo la muerte de su hijo.
Porque recibir un gran milagro siempre está pasando el precipicio, y detrás de los desiertos está siempre la tierra prometida.
Es lógico que no queremos vivir un tiempo de dolor y frustración, es razonable no querer pasar por esos tiempos de desierto y desazón... Sin embargo siempre es pasando por la muerte que encontraremos el camino para la resurrección.
Aquella mujer al fin recibió un milagro aún mas que poderoso, pues vio a su hijo vivo nuevamente.
Porque Dios sigue asombrándonos en cada cosa y seguirá haciéndolo de nuevo.
No te desanimes con los tiempos complicados pues es momento de el parto de algo grande en tu vida.
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