La Palabra de Dios fue enviada a Abraham para que ofreciera a su hijo en sacrificio, pero fue también la Palabra de Señor, la que después del tercer día, le instruyó para no hacerlo (Génesis 22).
¿Qué habría pasado si este hijo de Señor, se hubiera hecho una doctrina de lo que Dios le había dicho ayer?
¿Que hubiera pasado si la Palabra de ayer se hubiera convertido en una regla religiosa en su vida?
Y, es que cuando comemos el maná de cada día, Su Palabra nos sustenta, pero debe aprovecharse de forma oportuna, porque el pan de ayer se ha envejecido, se engusana y se hace pudrición (Éxodo 16:20)
La palabra vino al joven rico diciendo que vendiera todas sus riquezas y las repartirá entre los pobres (Lucas 18:22), pero vino a los Corintios diciendo todo lo contrario, porque en realidad a ellos de nada les servía que lo hicieran (1Corintios 13:3), porque la Palabra de Dios habla según su destinatario.
Recordemos que muchas veces Dios le dijo a Su pueblo que peleara y se esforzara en la batalla (Deuteronomio 31:6, Josué 1:9} pero en otras ocasiones solamente que esperarán la victoria (2Crónicas 20:17, Éxodo 14:14).
La diferencia estaba en el "tiempo" pues la revelación era enviada en un momento diferente. Porque la Palabra de Dios es "oportuna" y habla de acuerdo a la ocasión.
Así de oportuna es la Palabra de Dios, que cuando Job oyó Su voz, abrió sus ojos a otra dimensión de entendimiento, confesando él, que de oídas le había oído solamente (Job 42:5). Pero los consejos que sus amigos le dieron, aunque eran verdad, no eran precisamente para él en este contexto, ni mucho menos en ese momento.
los discípulos habían escuchado que la enfermedad venía como consecuencia del pecado y estaban en lo cierto, pero aquel hombre que estaba ciego desde el nacimiento, estaba fuera de esa realidad. Pues estaba ciego para que sus ojos fueran abiertos ese día (Juan 9:3).
Así es, que, cuando usamos la Palabra fuera de tiempo y de contexto, generalmente nos equivocamos, la desaprovechamos y a veces hasta cortamos oídos, como Pedro cuando con su espada cortó la oreja a Malco.
Porque la Palabra de Dios es una espada de dos filos para cortar la grosura de nuestros corazones, es viva (Hebreos 4:12), no está muerta, habla todavía, nos instruye a tiempo, nos discierne, nos entiende, nos reprende y profundizando en nuestras intensiones, nos advierte antes de dar un paso en falso. No podemos encerrarla en nuestra mente tan finita, no podemos enclaustrarla en nuestros reglamentos, no podemos enjaularla en algún halo de doctrina pues es Palabra del Eterno.
Abramos cada día nuestro entendimiento, pidamos al Espíritu de Dios que nos vaya revelando el maná de lo que nos quiere hablar en el presente... Porque la Palabra sigue llamando por las calles (Proverbios 1:20) y si escuchamos muy atentamente, podremos darnos cuenta del susurro de su voz...
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