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... Pero yo les digo


... Pero yo les digo

No es para que tratemos de cumplir, porque no vamos a poder, sino para entender aquellos síntomas vergonzosos qué debemos de poner en las manos del médico de médicos, y asi pueda extirpar la enfermedad que nos azota el corazón.

La ley era un conjunto de reglas que muchos consideraban que cumplían a cabalidad, aborrecian en su corazón a sus enemigos, pero creían que al no matarlos estaban siendo aprobados delante de Dios... soñaban con la mujer de su prójimo, pero se creían los hombres más fieles del universo...  Pensaban que jamás robarían un centavo a nadie, pero por cualquier cosa dejaban de dar sus diezmos a su Dios...  descansaban el día séptimo, pero andaban en sus propios caminos cada dia de su vida...   amaban las riquezas como pocos, pero jamás se postrarian ante un ídolo de oro....    Conocían pero no entendían, cumplían pero solo en apariencia, maquillando sus defectos solo por afuera, hasta que Jesús los acuso de blanqueadas sepulturas (Mateo 23:27).

Oíste que fue dicho a los antiguos, recalcó el autor del pentateuco...  que fue dicho a los antiguos insistió el maestro de maestros...
Pero yo les digo... replicó dándole sentido al reglamento... Yo les digo, que aquel  que se enoje locamente con su hermano, ya es culpable como el más vil de los peores asesinos (Mateo 5:21-33).

Porque Jesús sabía que no entendíamos que aquellas leyes eran nada más un instrumento...  un termómetro que midiendo lo más profundo de nuestro corazón, nos mostraba nuestra gran necesidad de un Salvador.

Porque en Cristo aquella ley es una forma de ver nuestro sucio corazón, para ponerlo a disposición del hisopo del Señor.

No es para que tratemos de cumplir, porque no vamos a poder, sino para ver aquellos síntomas vergonzosos qué debemos de poner en las manos del médico de médicos, y asi pueda extirpar la enfermedad que nos azota el corazón

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