Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
1 Juan 1:6-7
Analizando esta Palabra debemos primero entender que
La comunión con Dios se refiere a nuestra relación con Él, esa relación que va más allá de un humano pidiendo deseos o que se humilla delante del soberano Rey del universo, es esa relación de amistad y de amor que nos une como hijos al buen Padre Celestial.
Sin embargo, tal como lo dice este texto, esa relación es imposible cuando andamos en tinieblas.
Y... ¿qué es andar en tinieblas?
Antes debemos dejar en claro que las tinieblas no son el pecado, sino la oscuridad que lo oculta... La oscuridad que no nos deja distinguir la suciedad. Por lo tanto, andar en tinieblas es dejar nuestra maldad bajo el escondrijo más profundo de nuestra mente, cerrando nuestros ojos a su realidad, cegándonos a nuestra inmundicia, pero, lamentablemente ocultándonos por inercia al mismo tiempo, al gran amor de nuestro Dios y su infinita misericordia.
Todos somos pecadores, pero no todos andan en la luz, porque no todos reconocen su maldad, no todos ven claramente la suciedad que los recubre.
Andar en la luz comienza con reconocer humildemente nuestra condición delante del Santísimo Dios del universo, lo cual nos llevará a lavarnos en las aguas eternas de la Palabra del Señor, y la sangre de Jesucristo nos limpiará de todo pecado.
Seremos sinceros y jamás hipócritas delante de la gente que nos rodea y de los hermanos de la Iglesia, repercutiendo en una perfecta comunión con ellos.
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