Todos los pecados son iguales delante de Dios, pero no sus consecuencias.
Según la Palabra del Señor, cuando odiamos a alguien, nos enojamos locamente contra nuestro hermano, o lo insultamos somos culpables de asesinato (Mateo 5:21-22) y si codiciamos la mujer de nuestro prójimo cometemos adulterio. Sin embargo, el asesinato de hecho, jamás se borrará de la mente del culpable, teniendo que enfrentar a la justicia de esta tierra pagando con la cárcel, donde por muchos años perderá su libertad.
Así mismo el adulterio consumado, trae enfermedades del cuerpo, hijos no deseados y desde luego la destrucción de la familia, porque si bien es cierto el pecado no tiene distinción, sus consecuencias pueden ser peores, de acuerdo a la gravedad del daño cometido.
Así mismo el adulterio consumado, trae enfermedades del cuerpo, hijos no deseados y desde luego la destrucción de la familia, porque si bien es cierto el pecado no tiene distinción, sus consecuencias pueden ser peores, de acuerdo a la gravedad del daño cometido.
Dios perdona cualquier pecado a todo aquel que llegue arrepentido, pero todo lo que el hombre siembra eso también tendrá como cosecha (Gálatas 6:7), y en la proporción de aquella siembra será también la cantidad de fruto que tenga en consecuencia.
Cuidémonos del pecado y procuremos soportar las tentaciones.
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