La vanalidad es como una arena movediza, que te traga lentamente, poniendo trampa a nuestros pies, por medio de atractivos que nos hacen empeñar los tesoros más valiosos de nuestro corazón.
Damos todo por el aire, poniendo un alto precio por la nada, que succiona lentamente nuestras fuerzas, dejándonos sin todo y matando poco a poco el soplo de esperanza que aún pudiéramos tener.
Vanidad de vanidades que nos ata a mercaderes del vacío, aquellos que a través de el ego, su producto más vendido, nos engañan en un círculo vicioso del que es imposible renunciar.
Levadura que mantiene desnutridos a los muchos que han sido seducidos, por un sin fin de aquellas posesiones de este siglo.
Vacuidad que solamente puede derrotarse, con aquel que de una sola frase, creó todo de la nada... el Dios que llena todo el universo y tiene potestad de hacer que se rebose el corazón de aquel que se ha vaciado en este mundo sin sentido.
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