El grano de mostaza
Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé?;
Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y
creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
Lucas 13:18-19.
El reino de los cielos está entre nosotros, adentro de nosotros… es
esa semilla diminuta, insignificante y en apariencia despreciable... esa minúscula semillita, de tamaño miniatura,
imperceptible para muchos, inerme y expugnable… que se siembra en lo escondido de la tierra, donde
es fertilizada por estiércol e inmundicia, abonada por la mugre y suciedad de
los desechos, de lo más oscuro de nuestro corazón. Allí se cierne con paciencia, esperando
germinar desde la nada, dando tiempo al crecimiento.
Ese reino de los cielos nace en nuestros corazones al momento en que
creímos, es regado por el agua de la vida que recibe de las Sagradas Escrituras
y crece poco a poco sin notarse, pero un día llega a convertirse en algo
apreciable y poderoso que cambia todo alrededor, transformando nuestras vidas y
llenando por completo aquel jardín de nuestro corazón.
El reino de los cielos está cerca… será más que impresionante…
portentoso y poderoso. Reino que ya
existe entre nosotros, aunque no se vea es innegable. Los valientes lo arrebatan, porque saben que
esa pequeña semillita de mostaza un día con paciencia crecerá, cambiando el
mundo y transformando aquella tierra de inmundicia en un huerto fértil de gran
felicidad.
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