…Y SI NO:
He aquí nuestro
Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu
mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a
tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.Daniel 3:17-18
Esa pregunta que muchas veces nos hacemos cuando en medio de las
pruebas somos exigidos para desfallecer, esa pregunta que mata el optimismo de
los más fuertes, destruye la ilusión de los soñadores y rompe los deseos de los
que con esperanza luchan por un ideal. Es
la misma pregunta que impulsa la propulsión de la fe más poderosa que existe,
la fe de aquellos que no están firmes porque han visto la mano del Omnipotente,
sino porque creen en el Dios invisible; esa fe que va más allá de un simple “milagro”
porque sobrepasa la creencia de que Dios hace milagros, porque vive constantemente en lo sobrenatural y plantea un futuro
certero en las manos de aquel que hace maravillas cuando cree conveniente. ¿y si no?
…¿y si Dios no me da esa petición?
¿y si Dios no sana a mi
familiar?
¿y si Dios no me da ese trabajo?
¿y si Dios no me da ese puesto?
¿y si Dios no prospera mi negocio?
¿y si Dios se lleva a mi ser querido?
Pareciera la pregunta de un pesimista, o las preguntas de alguien a
quien la vida lo ha llevado a la derrota y no tiene otra cosa en su corazón más
que temor de no recibir las bendiciones de Dios, o la pregunta de alguien que
no se cree merecedor de los dones del Todopoderoso… pero esto en realidad,
dista un mundo de ser así; porque ésta es la misma pregunta de aquellos que creyeron
que Dios podía librarles del horno de fuego que ardía siete veces, pero sabían
que en realidad todo estaba en las manos del Omnipotente y que si el plan de Dios
era meterlos en el fuego, en el fuego mismo se glorificaría en ellos.
No pongas tu fe en un milagro, pon tu fe en aquel que todo lo puede en
todo… no pongas tu fe en lo que puedes
recibir de Dios, pon tu fe en aquel que aunque te meta en el horno de fuego,
sabrá glorificarse en ti, rompiendo en el fuego tus cadenas, haciendo en el ínterin,
milagros más portentosos de lo que te habías imaginado.
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