El juicio comienza en mí
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en
alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con
espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú
también seas tentado. Gálatas 6:1
Uno de los problemas más graves que tienen muchas
personas en medio de las congregaciones cristianas es que juzgan sin considerarse
a sí mismos... primeramente se creen tan espirituales como para poder pensar que
son capaces de restaurar a otros, sin embargo, el Señor dice que no juzguemos
para no ser juzgados, por que con la medida que medimos seremos medidos (Mateo
7:1-2) y que quitemos primero la viga de nuestro ojo para poder quitar la paja del ojo de nuestro prójimo (Mateo 7:5). Estos hermanos tienen la
característica de que cuando reciben la Palabra cortante, simplemente la
endosan a otros; pues según ellos no necesitan la reprensión de las Sagradas
Escrituras, en cambio los demás sí.
La Palabra de Dios debe meditarse para hacer un
examen personal de nuestra maldad y no para juzgar los pecados del prójimo. 1Corintios
11:31 dice que si nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos
juzgados.
Recibamos la Palabra de nuestro Dios en nuestras vidas
para juicio personal, porque el juicio comienza en casa (1Pedro 4:7) y cuando
veamos que hay alguien que ha caído en pecado, primero revisemos nuestra vida, si no tenemos alguna tacha al respecto y luego recordemos que Jesús
podía juzgar justo juicio, porque buscaba solamente hacer la Voluntad
del Padre (Juan 5:30), sin embargo no vino para juzgar sino para salvar
al pecador (Juan
12:47), así mismo nosotros también cuando veamos un pecado en nuestro
projimo seamos del mismo sentir que tenía Él, con compasión y
misericordia salvemos al pecador, restaurándole sin hacerle mala fama, y con mansedumbre, como
si fuéramos nosotros mismos.