Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. (Lucas 5:6, 8)
Aquellos milagros que te hacen recapacitar, aquellos prodigios que te hacen abrir los ojos para ver en tu interior la podredumbre de tu corazón, no solo para que puedas creer y glorificar al hacedor de proezas, sino para sentir su espada penetrando tu grosura. Esos milagros que te hacen entender tu pecado y descubrir tu maldad, son las señales más importantes de tu vida.
Porque cuando oramos que se haga la voluntad de Dios, estamos orando por nuestra santificación (1Tes.4;3), y el Señor hará cualquier cosa para lograrlo.
Jesús le dio a Pedro una barca llena de pescados, tantos que casi la hundían, dándole prácticamente tal prosperidad como nunca había visto en el negocio que hasta ese día era su sustento. Pero Pedro viendo su pecado se postró delante de Él, y entendió la Santidad de aquel maestro, supo que delante de él se encontraba el mesías, el hijo del Todopoderoso, y dejándolo todo le siguió... Dejó toda esa prosperidad porque allí frente a él se encontraba el creador de todas las cosas, y lo había entendido.
Pero no es para todos esa gracia, porque habrá muchos que recibiendo su milagro seguirán por su camino como nueve de los diez leprosos que recibieron sanidad. Otros como aquellos que menospreciando el milagro del maná, recibirán la maravilla de las codornices en medio del desierto y lo único que harán es atorarse hasta morir.
Estos definitivamente conocieron solamente los milagros pero jamás pudieron conocer a Jesús, hacedor de aquellos milagros, quien vale más que todos los tesoros de esta tierra.
Hermosa palabra, verdaderamente sucede en casi todos nosotros, sobre todo en mí. Me conformo cuando recibo un milagro y no busco al hacedor de los milagros
ResponderEliminarDios le bendiga y siempre hable directo a su corazón
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