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Mostrando entradas de febrero, 2015

A tu casa voy a ir...

La historia de Zaqueo: No podía ser tomado en cuenta en la élite del Señor, pues era pecador y sabía que no conseguiría hacer otra cosa que solamente esperar poder verlo desde lejos.   Aunque no se perdería tal evento… aquel santo hombre pasaría por allí. El momento había llegado, y la multitud que venía caminando por la calle delataba el paso del Maestro que él quería conocer…   trató de escabullirse entre la gente pero su esfuerzo, una y otra vez se volvía más que infructuoso todavía.   Su baja estatura le impedía verlo desde afuera del gentío que seguía caminando al ritmo del Rabí. No encontraba una solución, pero para él la terquedad era un defecto que volvía en su pericia.   Su insistencia era un don que no le hacía derrotarse, aunque las virtudes de su físico no favorecían para nada en aquella empresa que había puesto en su intención. Tal vez brincando podría verle aunque sea en un instante; pero sus ojos no llegaban a alcanzar sobre los hombros de

Perdónalos.. porque no saben lo que hacen

Jesús si sabe perdonar Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Lucas 23:34. Los insultos y las bromas, las humillaciones y los golpes recibidos, el dolor que le infringían en su cuerpo y en su alma, no pudieron detener el amor que les tenía; no pudieron quebrantar el perdón que desde su interior les ofrecía… simplemente con increíble compasión Él repetía, que Dios les perdonara pues no sabían lo que hacían. No eran solamente unas palabras que salen de la boca de cualquiera; era la voz del que sabe perdonar, más fuerte que los palos y las cruces, más poderoso que el dolor y la tristeza, más grande que el rencor y la amargura.   Porque Jesús no era solo enseñanzas de las buenas, era ejemplo en medio de las penas. Dicen por allí, que perdonar es importante, y olvidar indispensable; pero qué gran superhombre puede hacerlo sin chistar, o quién de los mortales puede ser experto en olvidar… p

Cuando el Maná cesa de caer

Cuando el maná cesa de caer Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año. Josué 5:12   Un día… aquello que se ha convertido en “lo común y lo corriente”, en un chasquido ya no existirá; ese día… extrañarás aquellas cosas que normal te parecían y te encontrarás en ese momento donde la única decisión que puedes tener, es conquistar tu tierra prometida y avanzar; trabajar por tu sustento sin dejar de continuar. Llega el momento de crecer y madurar… el tiempo de dejar el vientre de tu madre dando paso al nacimiento; ese día de dejar de gatear y comenzar caminar; el momento de pasar de niño a joven y desde la juventud cruzar el umbral de la madurez; ese momento de abrir los ojos para descubrir lo que era un milagro que caía día a día y que ahora ya no es. Es el tiempo de las encrucijadas, el tiempo de

El camino a los lugares altos

El camino que más baja… Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto. Génesis 45:8. En medio de su tortuoso caminar, José sabía algo que lo mantuvo firme…    ese algo que le dio las fuerzas para no ceder ante las circunstancias mas difíciles… José sabía que Dios tiene nuestras existencias bajo su control, que nuestra vida está escondida en Él.    Podía perdonar hasta el peor agravio, simplemente porque sabía que sus malos hermanos habían sido solamente instrumentos del Señor, para llevarlo hasta donde había llegado. Fue Dios quien lo metió en el pozo… Dios lo vendió a los madianitas… Dios lo vendió como esclavo...  Dios lo puso de sirviente en la casa de Potifar… Dios lo llevó a la cárcel…   y fue Dios quien hizo que el copero se olvidara de él durante dos largos años. Pero fue Dios quien llevó al copero a la cárcel para que conociera a José